
Vuelve el ‘Choro’ Molina!
Ven a disfrutar junto a Antonio Molina "El Choro"!
Hablar de Manolo Caracol es hablar de una de las personalidades más arrolladoras y geniales que ha dado el cante flamenco. Manuel Ortega Juárez (Sevilla, 1909 – Madrid, 1973) no era un cantaor cualquiera; era un torbellino de arte, descendiente de una larguísima estirpe gitana de artistas (sobrino nieto de Enrique El Mellizo) y dueño de una voz y un estilo absolutamente inconfundibles.
Figura clave de la «Ópera Flamenca» pero también conocedor de los cantes más puros, Caracol fue amado y discutido, pero nadie puede negar que fue un genio y figura irrepetible.
En el blog de Tablao Flamenco 1911, nos adentramos en la leyenda de este cantaor monumental.
Nacer Ortega ya era llevar el compás en las venas. Manolo se crió en la Alameda de Hércules de Sevilla, escuchando flamenco desde la cuna. Era inevitable que el arte brotara. Y lo hizo muy pronto: ¡con solo 13 años ganó el prestigioso Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922! (Sí, el mismo que impulsaron Lorca y Falla). Un inicio fulgurante para un niño que ya sonaba a viejo, con un eco gitano que impresionaba.
¿Cómo sonaba Caracol? Era único. Su voz no era quizás la más potente ni la más limpia, pero tenía algo mucho más importante: pellizco, desgarro, personalidad arrolladora. Cantaba con una expresividad brutal, casi teatral, llevando cada tercio al límite.
Dominaba muchos palos, pero brilló especialmente en los fandangos (¡creó un estilo personal inconfundible!), las seguiriyas, las soleares y, por supuesto, las zambras, un género que revitalizó y popularizó enormemente, a menudo en pareja artística con la gran Lola Flores.
Caracol fue una de las grandes estrellas de la época de la Ópera Flamenca. Sus espectáculos, a menudo compartidos con Lola Flores, llenaban teatros y plazas de toros. Mezclaba el flamenco más puro con canciones, zambras orquestadas… Era un showman, un artista total que supo conectar con el gran público como pocos.
Esto le valió críticas de los puristas, que lo acusaban de «aligerar» el cante. Pero Caracol siempre defendió su camino, argumentando que acercaba el flamenco a la gente y que nunca renunció a sus raíces jondas cuando cantaba «pa’ los cabales».
Quizás como respuesta a esas críticas o por su propia necesidad de un espacio más íntimo, Manolo Caracol cumplió uno de sus grandes sueños en 1963: abrir su propio tablao en Madrid, Los Canasteros. Se convirtió rápidamente en un templo del flamenco, un lugar donde Caracol programaba a los mejores artistas (muchos de ellos jóvenes a los que él mismo impulsaba) y donde él mismo cantaba cuando le apetecía, ofreciendo noches que se convirtieron en leyenda.
Los Canasteros fue un referente absoluto en la escena madrileña durante años, un lugar donde se respiraba flamenco de altísima calidad, muy en la línea de lo que hoy buscamos mantener vivo en Tablao Flamenco 1911.
Manolo Caracol nos dejó en 1973 en un trágico accidente de tráfico, pero su eco sigue resonando con fuerza. Su forma de decir el cante, su personalidad arrolladora, su capacidad para emocionar… todo eso forma parte imborrable de la historia del cante flamenco.
Escuchar a Caracol es asomarse a un abismo de genialidad, a un artista complejo y único que vivió por y para el flamenco.
Aunque cada artista es único, el espíritu de esos grandes maestros como Manolo Caracol, su entrega total al arte, su búsqueda de la emoción pura… es algo que inspira a los artistas que pisan hoy nuestro escenario en Tablao Flamenco 1911. Te invitamos a descubrir esa conexión, a sentir cómo el legado de los genios sigue vivo en el flamenco de hoy.
Ven a sentir la herencia de los grandes maestros. Reserva tu noche en Tablao Flamenco 1911.