
Flamenco Madrid Programación Semanal
Del 7 al 13 de julio, Tablao 1911 reúne a grandes figuras del arte jondo en una programación que combina maestría, emoción y compás. Una experiencia irrepetible donde cada noche es ceremonia.
Cuando piensas en flamenco, ¿qué te viene a la mente? Seguramente el quejío de un cante, el rasgueo vibrante de una guitarra o el taconeo poderoso de un bailaor. Pero hay un sonido más, un latido profundo y constante que une todos esos elementos, un pulso que nace de la madera y se clava en el alma: el cajón flamenco.
En el escenario de Tablao Flamenco 1911, el cajón no es solo un instrumento de percusión; es el ancla, el corazón que bombea el compás para que el cante, el baile y el toque puedan volar libres. Pero, ¿sabías que este pilar del flamenco moderno es, en realidad, un invitado relativamente reciente en la fiesta del arte jondo?
La historia del cajón flamenco es una de esas casualidades mágicas que demuestran la universalidad del arte. No nació en un corral de Triana ni en una cueva del Sacromonte. Su cuna está a miles de kilómetros, en Perú.
Fue a finales de los años 70 cuando el genio universal de la guitarra, Paco de Lucía, se encontraba de gira por Latinoamérica. En una fiesta en la embajada española en Lima, escuchó a la cantautora Chabuca Granda acompañada por un músico, Caitro Soto, que tocaba un simple cajón de madera. Paco quedó fascinado. Aquel sonido, con sus graves profundos y sus agudos secos y cortantes, tenía exactamente los matices que el flamenco necesitaba. Era como tener una batería entera en una caja: el grave hacía de bombo y el agudo, de caja.
Sin dudarlo, Paco de Lucía compró un cajón y se lo trajo a España. Se lo entregó a su percusionista, el brasileño Rubem Dantas, quien fue el pionero en integrarlo magistralmente en el flamenco. Lo que empezó como un experimento se convirtió en una revolución.
Antes de su llegada, el compás se marcaba principalmente con las palmas y el taconeo. El cajón no vino a sustituirlos, sino a enriquecer la base rítmica, aportando una solidez y una textura sonora que complementa y dialoga con el resto de los artistas.
Es la base: Proporciona un esqueleto rítmico (el compás) sobre el que los demás músicos y bailaores pueden construir sus improvisaciones con total libertad.
Aporta color y dinámica: Un buen cajonero sabe cuándo susurrar para acompañar una letra íntima de una soleá y cuándo estallar con fuerza para impulsar la fiesta de una bulería.
Conecta a los artistas: Actúa como un puente sonoro entre la melodía de la guitarra, la voz del cantaor y el zapateado del bailaor. Es el director de orquesta sentado en su propio instrumento.
Leer sobre el cajón es interesante, pero nada se compara con sentirlo en directo. En un tablao íntimo como el nuestro, la experiencia es total. No solo lo escuchas con tus oídos, sino que sientes su vibración recorriendo el suelo de madera y subiendo por tu pecho. Es un latido físico, real, que te conecta de manera visceral con el duende que se desata en el escenario.
Verás cómo las manos del percusionista danzan sobre la tapa del cajón, extrayendo un universo de sonidos con la punta de los dedos, las palmas o los nudillos. Observarás cómo su mirada se cruza con la del bailaor y la del guitarrista, manteniendo una conversación sin palabras, tejida a base de ritmo puro.
El cajón es la prueba de que el flamenco es un arte vivo, que respira, que viaja y se enriquece. De un humilde cajón peruano a ser el corazón rítmico de los tablaos más importantes del mundo.
No te conformes con que te lo cuenten. Tienes que vivirlo.
Te invitamos a sentir el poder y la magia del cajón flamenco en el corazón de Madrid. Escucha cómo marca el pulso de nuestro espectáculo y déjate llevar por su ritmo inconfundible.
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